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Abrí la puerta y allí estaba, sin camiseta pero con unos pantalones grises de traje, el resto del traje (la camisa y la americana) estaba colocado al lado del lavabo de dónde él estaba bebiendo.

Se incorporó y se giró a coger una toalla para secarse la cara, luego se giró hacia la puerta dónde aún estaba yo petrificada. Se quitó la toalla de la cara y ví sus ojos grises, me fijé en ellos y ví que alrededor de la pupila había un montón de pintitas lilas, nunca antes había visto eso. Tenía el pelo castaño claro, corto y alborotado, y una barba de unos tres días.
Me sonrío amablemente con unos dientes perfectos para decir con una voz dulce:

-Perdona, pero… estos son los aseos de caballeros.

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