Caída (libre y perfecta)

Había gotas que resbalaban. Otras parecían quedarse pegadas a mi chuvasquero y no caer.
La lluvia pronto se volvió aguanieve. El frío consiguió calarme.
Miré la caída que ante mí se exhibía. Había una roca enorme al final. Era un acantilado precioso y muy alto, la verdad esque la elección había sido acertada.
Me despedí del azul celeste del chuvasquero, de la lana acogedora del jersey y de las flores estampadas de mis botas de agua.
Dí un paso. Dos. Al tercero ya no pisaría rocas, o musgo, o tierra.
Decidí dar un pequeño salto en vez de seguir paseando.
Alcé los brazos. Abrí con esfuerzo los ojos.
Mi coletero salió volando, y el recogido se esfumó. Pero el pelo no llegó a  rozar mi cara, iba demasiado arriba.
Notaba latigazos de algunas ramas o de hojas que viajaban entre el viento, y también pinchazos de las gotas de lluvia clavándose en mí.
Las olas que rompían ya me salpicaban.
Ví la roca enorme, y el estado de shock frenó levemente el dolor.

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