Los puentes de Madison

Cogió algo de la guantera y yo sentí en un recuerdo su brazo rozando mis piernas. Alzó la mano derecha hasta el retrovisor y colgó de él algo.
Colgó mi cruz, y luego la sostuvo un momento en su mano. Le dió una vuelta a la cadena alrededor del retrovisor. Y dos y tres. Lentamente. Los cuatro días que había vivido con él resbalaron por mi mejilla en forma de lágrimas. Con la misma delicadeza, soltó la cruz y volvió la mano al volante.
El semáforo se puso en verde y oí la voz de Richard lejana desde el asiento del conductor: ¿A qué espera?


No sabía que se podía llorar de tal manera con una película.

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