Sin


Probablemente solo quedase mi rubia limpiando la barra del bar, así que me decidí.

Seguí la rutina empujando antes de leer el cartel. Nancy me reconoció a través del cristal de la puerta. Entré cabizbajo, sólo levanté la mirada una vez cerrada la puerta.
Hacía años que no la escuchaba gritar. Recordé que cerrar la puerta no servía de nada, cuando Nancy gritaba la discreción se sentía relegada.

-Buenas noches, rubia.
Intenté quitar hierro con una sonrisa, pero ante mi escasez de dientes se giró a esconder las lágrimas que parecían salir a borbotones.

Limpió su cara con el delantal y luego lo tiró al suelo.
Salió de detrás de la barra. Pude ver el rastro del rimmel en sus mejillas. Iba a abrir la puerta para dejarme, pero se volvió y se acercó.
Su mano fría calmó el dolor de algunos golpes y cortes. Cerré los ojos hasta que dejé de notarla.

Decidió hablar después de mirar durante un rato la sangre con la que se había manchado.
-No me iré.- dijo entre sollozos.
La abracé. La abracé con todas mis fuerzas pese al agujero que el policía había hecho en mi pecho.

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