No era más que un concepto, una gran confusión para letrados cómo ella que se apuntasen a clase de matemáticas. Siempre, siempre que no le daba el resultado de una cuenta, o en su defecto le daba muchos resultados y todos distintos, allí estaba él , con una risa diabólica y malvada. Siempre le restregaba que había fallado las operaciones por su culpa. Se llamaba infinito.
Más tarde, comenzó a darse cuenta de que le sacaba de apuros, cuándo no sabía el resultado le plantaba a su profesor de matemáticas un ifinito enorme, con una sonrisa en la cara, pensando con su mente gallega ''malo será'' y repasaba una y otra vez sus curvas regordetas con el bolígrafo de marca Bic.
El concepto infinito y la alumna se aliaron, y le demostraron a las matemáticas que una chica de letras también sabía contar.
-¿Ah sí? ¿Sabes contar hasta infinito no? Entonces, ¿qué número es anterior a él?
Resignada contestó que con contar se refería a los cuentos.

2 comentarios:

Paula Sánchez Álvarez dijo...

La chica de letras no sabe ni escribir infinito en el teclado. Para ella es solo un ocho, que una tarde de junio se acostó para darse un descanso entre tantos exámenes finales y ya nunca se pudo levantar.
Muy bonito Carmen :)

La mala de la película dijo...

Y cuentos muy buenos, he de decir, menos mal que algunas científicas descubrimos que todos los cuentos son mentira, pero no todas las mentiras son cuentos (: