Cuántas veces hubiera dado la vida entera por que tú me pidieras llevarte el equipaje, princesa.

¿Cómo no imaginarte, cómo no recordarte hace apenas dos años?
Ya estábamos bien acomodados en el tren de tu viaje y las mariposas seguían dentro de mi estómago. No podía evitar obsesionarmecontemplarla de reojo y sentirme honrado por sentarme tan cerca de la perfección. Mi princesa comenzó a aburrirse. Comprendí que era costumbre suya semejar una niña pequeña cuando esto le ocurría. Se convirtió en un pequeño ovillo primero, luego se movió y cambió de postura, después decidió consolarse haciendo una trenza. Cuando se cansó de su pelo empezó a observar todo su alrededor, fijándose en cada asiento y pasajero. Me tocó a mí y giré la cabeza intentando disimular, pero ya le había sacado una sonrisa, resignado y sonrojado la miré de nuevo. Ella ya estaba a otra cosa, se había arrodillado en el asiento y estaba intentando abrir la ventana con gran esfuerzo, llamando la atención de algunos viajeros. Consiguió su propósito y un viento fuerte hizo volar al pasillo el sombrero de la señora sentada delante de nosotros. Aguantando la risa se lo alcancé, pero resultó ser maleducada y me lo arrancó de las manos para irse con él a otro vagón, una vez desapareció los dos nos reímos a carcajadas. Yo me callé unos segundos para grabar aquel sonido en mi mente, para recordar siempre la belleza de aquella alegría.
Ya silenciados los dos se volvió para mirarme y comenzó a silbar una preciosa melodía. Esa fue la primera vez que sonó nuestra canción.


artpixie:

ana leticia (by ✪ patric shaw)

3 comentarios:

Cel dijo...

Carmich, me encanta!

La mala de la película dijo...

nunca es demasiado tarde, princesa.

Paula Sánchez Álvarez dijo...

Cuando eras la princesa de la boca de fresa.
Y en lugar de sonrisa, una especie de mueca