Como los turrones, vuelve por Navidad.

-¿Y tú tienes alguna chica esperándote?
-Sí.- respondí con una sonrisa.
-Debe de estar enamorado ¡mira lo rojo que se ha puesto!
No borré mi sonrisa para callar aquel comentario, Marta era realmente especial para mí.

Froté con la manga el cristal para desempañarlo y empecé a reconocer el paisaje que nos rodeaba. Los enormes pinos, las montañas nevadas y el gran lago. Hubo otro dato que me ayudó a situarme.
-Creo que se ha estropeado la calefacción.
-Pues mal vamos. Este frío lo aguantamos pocas personas.- comenté.
Mientras los demás bromeaban sobre cómo entrar en calor yo observaba las calles de mi pueblo. Estaban casi vacías, había empezado a nevar. Aproveché un semáforo en rojo para fijarme mejor en las caras de los transeúntes, a ver si reconocía a alguien. No reconocí ninguna cara pero sí el abrigo marrón claro. Me puse la bolsa al hombro y bajé del jeep cuando empezaba a ponerse en marcha sin dar ninguna explicación. Corrí los diez metros que me separaban de Marta resbalándome varias veces a causa del hielo.

Caminaba despacio, con la cabeza gacha sin importarle el frío o la nieve. Le interrumpí el paso. Cuando se encontró con mis ojos intenté dedicarle una sonrisa, pero me quedé rígido, acordándome que en aquellos dos años ella podía haber comenzado una nueva vida. Sus ojos se pusieron brillantes y llorosos, lo primero que se me pasó por la cabeza era que no quería volver a verme. Que estúpido fui, lo normal era que el chico muriera en la guerra, no que volviese a casa.
-Lo..-intenté disculparme, pero ella se abalanzó sobre mí abrazándome. Tiré mi bolsa al suelo y la abracé lo más fuerte que pude. Entonces se apartó levemente y me miró a los ojos:
-¿Y mi beso?

1 comentario:

Paula Sánchez Álvarez dijo...

Que la bese ardientemente y desaparezca el frío ^^