Qué majo Pablo

Por un momento vi la cara de mi padre, obviamente la imagen desapareció al volver al mundo real. Pablo había venido a la estación con la esperanza de que mi tren aún no hubiese salido y al verme en aquel estado se sentó a mi lado a consolarme.
-¿Quiénes eran esos dos tipos?- me preguntó cuando me vio ya más calmada. Quizá no debería haberlo dicho, pero ante aquella enorme cantidad de sentimientos llenos de confusión lo mejor era desahogarme.
-Asesinaron a mi padre.- lo solté así, sin tacto ni prudencia (algún transeúnte debió mirarme extrañado).
-¿Qu.. qué?
-Esos dos tipos me dijeron que lo asesinaron.
-Desde luego, hay gente sin corazón.- dijo abrazándome.
-¿Cómo?- me desenredé de su abrazo.
-Ah.. ¿les creíste?
-Me dieron razones para ello.
-Escucha.. es normal que intentes aferrarte a cualquier cosa..
-¡Joder Pablo!- me levanté enfadada. Cerré los ojos y crucé mis brazos agarrándome con fuerza la cintura, con miedo a romperme en dos. Suspiré, conté hasta tres y conseguí tranquilizarme.- Sabían de lo que hablaban, me dijeron que razonara y lo pensara, y que si quería saber más me pasase por esta dirección- le enseñé la servilleta que el chico me había dado.
Miró la servilleta y luego a mí:-... ¿me estás puteando?
Vi que el tren había llegado, recogí mi bolso del suelo y le arranqué la servilleta de la mano.
-¡Mañana vuelvo e iré a ese sitio!- grité subiéndome al tren, escapándome de su respuesta.