Llegada la mañana.

 
Era demasiado tarde para un café y demasiado pronto para un helado, pero ella pidió uno con leche y yo uno de vainilla, ya daba igual el tiempo, daba igual todo.
Ella se sentaba frente a mí, intentando buscar una excusa que pareciera verdadera, pero los hechos estaban demasiado claros. Además de que yo no estaba para mentiras (aunque no estoy muy segura de que la situación pudiera empeorar). Sin embargo todo eso le dio igual, lanzó la mentira cómo quien lanza un puñal, me atravesó.
-Yo no maté a tu padre.
Mi sangre comenzó a hervir, por suerte la camarera llegó con mi helado antes de que pudiera soltar alguna sandez que le revelara algo a mi madre.

1 comentario:

Paula Sánchez Álvarez dijo...

Hay una canción que dice:
"Fingir cuando perfectamente sabes que te mienten"
O como aquello de: Sonreid y asentid.
Perfecto, Carmen, de los mejores. Sin duda