Levanté la sábana que en un pasado probablemente hubiese sido blanca, pero ahora mismo se mezclaban en ella sangre y mugre. Podría no haber pasado nada, podría ser que el cuerpo que había debajo no fuese el de ella. Podrían haberse equivocado, pero no lo hicieron. Reconocí su cara. Pese a las quemaduras, pese a a la sangre y pese a que sólo tenía medio rostro y ningún ojo, yo era capaz de recordar e imaginar su belleza en aquel cadáver. No me atreví a ver el resto del cuerpo, hubise vomitado igual que Ham hizo unos segundos antes.
El señor que estaba junto a la camilla me miró y yo asentí, bajó la sábana por mí.
Tessa, ¿quién fue el desgraciado que se llevó tus ojos miel?
El Jardinero Fiel.

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